El equipo encontró 707 genes de una sola copia que les permitieron trazar la historia evolutiva de la flor, lo que les llevó a descubrir que el antepasado común de las rosas era la flor amarilla.


Éstas tenían una sola hilera de pétalos y hojas divididas en siete foliolos, pero a medida que se domesticaron, aparecieron nuevos colores y marcas en los pétalos.