Como ingrediente clave del hormigón, sólo el cemento representa aproximadamente el ocho por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Con el auge de la urbanización y el vertido anual de unos 30.000 millones de toneladas de hormigón, la presión para encontrar alternativas sostenibles es inmensa. Mientras que los debates sobre el clima suelen centrarse en la energía, el transporte y la agricultura, el sector de la construcción sigue siendo un gigante dormido. Sin embargo, una investigación innovadora en Alemania está empezando a cambiar esta situación.
En un instituto de investigación de Dresde, los científicos están desarrollando un revolucionario material de construcción derivado de las cianobacterias o comúnmente conocidas como algas verdeazuladas. Estos antiguos microorganismos, que existen desde hace más de dos mil millones de años, son capaces de realizar la fotosíntesis, durante la cual absorben CO₂ y producen oxígeno. Imitando el proceso natural por el que las cianobacterias forman costras calcáreas conocidas como estromatolitos, los investigadores han logrado crear un material que no sólo evita las emisiones de CO₂, sino que captura activamente el carbono de la atmósfera.
Este enfoque biogénico reimagina la construcción desde la base. En lugar de cocer piedra caliza a más de 1400 grados centígrados para producir cemento, un proceso que emite grandes cantidades de CO₂, estas bacterias pueden trabajar a temperatura ambiente en moldes permeables a la luz, aglutinándose con materiales añadidos como arena, fibras de cáñamo o incluso escombros de construcción. A medida que las bacterias realizan la fotosíntesis, inician la mineralización, depositando carbonato cálcico que forma la espina dorsal estructural del material.
Aunque el producto resultante no es tan denso o resistente como el hormigón tradicional, su potencial para elementos no estructurales es prometedor. Las aplicaciones podrían incluir paneles aislantes, materiales de fachada o ladrillos interiores para zonas donde el peso y la resistencia a la compresión son menos críticos. Las pruebas en curso están examinando diversas combinaciones de sustratos, con el objetivo de equilibrar el impacto medioambiental con la durabilidad.
Sin embargo, a pesar de las promesas científicas, la escalabilidad industrial sigue siendo incierta. La investigación actual se financia en gran parte con becas académicas, y las siguientes fases necesitan un análisis detallado del ciclo de vida y una producción piloto, por lo que aún no cuentan con suficiente respaldo financiero. Aquí es donde la estrategia de financiación europea revela un punto ciego crítico.
Miles de millones en subvenciones nacionales y de la UE se destinan anualmente a proyectos de construcción y descarbonización. Sin embargo, gran parte de esta financiación favorece tecnologías establecidas o modelos de retorno de la inversión a corto plazo. Las innovaciones de alto riesgo e impacto, como el hormigón bacteriano, están aún en sus primeras fases y tienen dificultades para conseguir el respaldo necesario para pasar del laboratorio al mercado. En países como Portugal, por ejemplo, el apoyo tiende a favorecer los materiales biológicos tradicionales, como la madera, mientras que las biotecnologías realmente disruptivas quedan al margen.
Además, el consumo de energía necesario para cultivar cianobacterias, en particular la iluminación y el control de la temperatura, suscita preocupaciones válidas. Sin una integración adecuada en los sistemas de energías renovables, la huella de carbono del cultivo de microorganismos podría contrarrestar algunos de los beneficios medioambientales. Los investigadores son conscientes de estas compensaciones y buscan activamente formas de optimizar el cultivo y el uso de la energía.
En este contexto, países como Portugal están en una posición única para tomar la delantera. Con abundante luz solar, amplios accesos costeros y una creciente inversión en energía solar y marina, Portugal tiene todos los ingredientes naturales para alimentar estos procesos biotecnológicos de forma sostenible. En lugar de depender de los combustibles fósiles o de la importación de energía, la producción localizada utilizando energías renovables podría hacer que los materiales basados en cianobacterias no sólo fueran viables, sino ejemplares en la fabricación responsable con el clima.
Lo que hace falta ahora es un esfuerzo coordinado para replantearse las subvenciones a la construcción y el apoyo a la investigación. Más allá de la captura de carbono y la evitación de emisiones, materiales como estos podrían redefinir nuestra concepción de los residuos y transformar los escombros de demolición o incluso la arena del desierto en nuevos componentes de construcción regenerativos. Si se les da la oportunidad de ampliarse, estas innovaciones podrían convertirse en una pieza crucial del rompecabezas climático.
Los trabajos de Dresde demuestran que la construcción sostenible y eficiente en el uso de los recursos no es un sueño lejano. Ya está tomando forma, pero en silencio, en placas de Petri y moldes de prueba, esperando la oportunidad de construir el futuro.
Paulo Lopes is a multi-talent Portuguese citizen who made his Master of Economics in Switzerland and studied law at Lusófona in Lisbon - CEO of Casaiberia in Lisbon and Algarve.
