Durante los primeros 21 años de mi vida viví en un mundo donde la paz era frágil y las alianzas venían dictadas por la necesidad más que por la elección. Cuando dejé Alemania en 2004 para empezar una nueva vida en la tierra de mis padres, dejaba atrás esa época. Nunca imaginé que, dos décadas después, estaría redactando un artículo como éste y defendiendo que Europa debe encontrar un nuevo camino para asegurar su independencia y su libertad estratégica.

Pero aquí estamos.

El acuerdo UE-Mercosur, aunque dista mucho de ser perfecto, representa exactamente el tipo de asociación que Europa y países como Portugal deben perseguir ahora. En un panorama mundial cada vez más fracturado, donde la confianza se ve socavada por la diplomacia transaccional y los viejos aliados se comportan como rivales impredecibles, este acuerdo es más que un acuerdo comercial. Es una clara declaración de que Europa quiere pensar y actuar en sus propios términos.

No nos engañemos. La actual administración estadounidense ha elegido un camino de nacionalismo económico, que prioriza las ganancias a corto plazo y la grandilocuencia política sobre las relaciones globales estables y cooperativas. La retórica de "Estados Unidos primero" se ha convertido en política, y los efectos se dejan sentir en las cadenas de suministro, las negociaciones comerciales y el tono diplomático entre países que antes se llamaban amigos. Para Europa, el mensaje es claro: ya no podemos confiar en Estados Unidos como la mano firme que una vez fue en los asuntos mundiales. No porque no valoremos nuestra relación, sino porque se ha vuelto cada vez más unilateral.

Por eso es tan importante el acuerdo UE-Mercosur. Es una oportunidad para recalibrar. Permite a Europa estrechar lazos con un bloque de países que, como nosotros, creen en el multilateralismo, en el comercio como puente y no como campo de batalla, y en el desarrollo sostenible y equilibrado. Brasil y sus socios del Mercosur no son sólo mercados emergentes; son aliados emergentes. Aliados que pueden ayudarnos a diversificar nuestras asociaciones, asegurar nuevas cadenas de suministro y construir el tipo de economía verde y orientada al futuro que seguimos prometiendo a nuestros ciudadanos.

Para Portugal, la oportunidad es especialmente relevante. Somos una nación de marinos y conectores, que siempre ha mirado más allá de sus fronteras en busca de ideas, comercio y cooperación. El hecho de que Lisboa acoja actos en apoyo del acuerdo no es sólo simbólico; está profundamente alineado con lo que somos y lo que podemos ser. Entendemos que una relación más fuerte con Sudamérica no significa dar la espalda a Europa, sino enriquecer nuestro papel dentro de ella.

Sin embargo, no escribo esto desde un optimismo ingenuo. Es preciso abordar las preocupaciones planteadas por Francia, Irlanda, Austria y otros países. La equidad en la agricultura, la protección del medio ambiente y las salvaguardias sociales no son negociables, son los cimientos del proyecto europeo. Pero utilizar estas preocupaciones como razones para paralizar o rechazar de plano el acuerdo sería un error. No podemos permitir que el perfeccionismo o el proteccionismo nos hagan perder de vista el valor estratégico a largo plazo de este acuerdo.

Cuando pienso en aquellos años de la Guerra Fría, en la sensación de estar atrapado entre sistemas, incapaz de elegir libremente tu futuro, veo un eco incómodo en el mundo actual. Los nombres han cambiado, los muros son diferentes, pero la presión para elegir bando y seguir sin verdadera autonomía me resulta familiar. Por eso este acuerdo me resuena tan personalmente. No se trata solo de comercio; se trata de elección. Se trata de que Europa elija la cooperación frente a la dependencia, y de que Portugal dé un paso al frente, una vez más, como voz de conexión.

En un mundo en el que demasiados líderes se dedican a levantar barreras, el acuerdo UE-Mercosur ofrece una oportunidad única de construir algo mejor. Deberíamos aprovecharla.


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Paulo Lopes is a multi-talent Portuguese citizen who made his Master of Economics in Switzerland and studied law at Lusófona in Lisbon - CEO of Casaiberia in Lisbon and Algarve.

Paulo Lopes