Se analizaron sistemáticamente los datos de los resultados de ensayos controlados aleatorizados entre 2012 y 2024, que revelaron que el ejercicio no solo reducía los efectos adversos del tratamiento del cáncer, sino que también mejoraba el bienestar psicológico y la calidad de vida en general.

En conclusión, este estudio refuerza la eficacia de incorporar la actividad física a los protocolos de tratamiento del cáncer, pero cada paciente tiene su propio recorrido y circunstancias, por lo que no existe un plan de entrenamiento único para todos.