Una mañana, descubrí que el interminable diálogo interior ya no funcionaba. ¡Qué maravilla! Esta vez, sin embargo, no hubo un gran éxtasis, ni revelaciones como en la experiencia de la Conciencia Cósmica que tuve a los veinte años: pero fue pura claridad y una suave alegría. Como ya no podía sentir mi presión mental habitual, veía claramente como si no tuviera cabeza. Estaba totalmente presente en todo. Ya no había velo ni distancia entre mi entorno y yo, como suele ocurrir cuando la mente está ahí para crear distinciones. El mero hecho de pensar - "estar en nuestras cabezas"- tiende a aislarnos del mundo y de los demás. Pero sin una mente que me encerrara en mi cuerpo, descubrí que el Ser estaba en todas partes.

Tuve la impresión sensorial de que ya no estaba limitado al cuerpo. Mi sensación de ser atravesaba las paredes del cuerpo, las paredes de la casa y se extendía hasta el infinito. Lo que yo era se compenetraba con todo lo que veía. No había necesidad de pensar en ello, ya que yo lo era. Sin embargo, me parecía "correcto" y mucho más "normal" que mi estado habitual de atadura mental. Me resultaba maravillosamente divertido sentir mi cuerpo "situado" en el centro de un continuo sin fin de "yoidad". Era como un buceador moviéndose en un océano tranquilo y lúcido de mí mismo. Y durante muchos días caminé entre risas, como una marioneta manejada por la Omnipresencia.

No había ninguna dificultad para relacionarme con la gente. Cuando venían visitas, podía mantener conversaciones de manera habitual, pero sin formular respuestas en mi "mente". Mis respuestas surgían espontáneamente y escuchaba con tanto interés las mías como las suyas, fascinado al observar el proceso de las palabras que salían del lugar donde parecía estar el "centro" de esta vaga impresión de cuerpo. Si no surgía ninguna respuesta imprevista, permanecía en silencio, simplemente descansando en la conciencia prístina.

Sampragñata samadhi

Durante más de tres semanas permanecí en este estado, que más tarde supe se conoce entre los yoguis como sampragñata samadhi. Es la etapa del samadhi en la que el flujo de la mente reposa en el Ser, pero la distinción entre el conocimiento y las cosas conocidas aún no se ha perdido. Este estado podría haber durado mucho más, pero durante la tercera semana me vi envuelto en los detalles de la venta de mi casa de campo y, como yo mismo me encargaba de la transmisión, me vi obligado a estudiar libros de derecho para redactar las escrituras. Es una tarea que me rompe la cabeza en el mejor de los casos, y durante varios días empecé a sentir el regreso de la "mente" -como un globo lejano en una cuerda- que se enrollaba lentamente en un huso en mi cabeza. Pronto recuperé una apariencia de "normalidad".

Desde entonces, mi flujo mental iba y venía como la marea, de modo que a veces estaba con "mente" y a veces sin ella. Poco a poco me di cuenta de que una paz interior sin pensamientos me había invadido sin darme cuenta. Espero que esto disipe cualquier temor de que la "ausencia de mente" sea un problema. Entrar en samadhi puede ser un proceso suave, sin nada que temer. Podemos proceder tan lentamente como queramos, de la misma manera que un niño supera su miedo a las olas del mar, penetrando lentamente más profundo, vadeando las olas más grandes y desafiando las rompientes antes de sumergirse finalmente con alegría en el océano mismo. El océano sin mente del Ser nos espera a todos.

Créditos: Imagen suministrada;

Más despacio

Pero no todos podemos alejarnos tan fácilmente de nuestros pensamientos al principio, si éstos no paran de llegar. Una práctica alternativa es mantener el flujo mental centrado en una cosa para ralentizarlo, siempre que no necesitemos toda nuestra atención en la tarea que tenemos entre manos. Tal vez podríamos mantener una imagen de nuestro maestro elegido en nuestro corazón, permaneciendo en su vibración allí, en lugar de en nuestra cabeza. Por lo demás, hay otros dos métodos consagrados para limpiar la toxicidad de la "mente": la meditación y el mantra. Sólo estas prácticas son capaces de consumir nuestra negatividad acumulada del pasado y de existencias anteriores.

El japa-mantra, o la repetición de sílabas sagradas, es conocido en muchas culturas como una de las formas más eficaces y sin esfuerzo de limpiar la mente y transformar el espíritu. La repetición de mantras mejora la calidad de la conciencia y redirige el flujo mental hacia canales purificadores en el proceso de refinamiento. Su práctica puede poner a raya a intelectos galopantes y despertar la alegría en el más incorregible de los preocupados.

Una vez que se ha empezado a experimentar la alegría de la "ausencia de mente", se olvidan todos los temores iniciales. En su lugar, se desarrolla un impulso interior para lograr la permanencia en el placer natural de esta condición totalmente satisfactoria. Cuanto más "perdemos la cabeza", más nos encontramos a nosotros mismos y más funcionamos a la perfección. ¿Quién ha oído decir que Jesús, Buda, Krishna, Moisés, Dattatreya, Gorakshanath, Milarepa, Ramana Maharshi, Nisargadatta, Hui Hai, Hui Neng o cualquier otro de los gigantes espirituales que han inspirado al mundo hayan sido incapaces de funcionar después de experimentar el samadhi?

La calidad posterior de sus vidas y de su inspiración es testimonio suficiente.

Por lo tanto, podemos seguir sus pasos con seguridad.


Author

British mystic, author, psychotherapist, spiritual counsellor, mantra yogi, fine artist and illustrator, theatrical set and costume designer. Founder-editor of Gandalf’s Garden magazine and Community in the London Sixties, and 3 years as columnist for Yoga Today magazine, BBC 4 Scriptwriter, author of four spiritual self-development books and two storybooks for children. 

Muz Murray